Gracias a la creciente aceptación social, el colectivo LGBTIQ+ cada vez más amplía su capacidad de gasto y, en consecuencia, empieza a constituir un mercado de referencia para empresas e instituciones.
Según diversas encuestas, las industrias que más participan del mercado LGBT+ hoy son las de turismo, arte, moda, bares y discotecas, bebidas alcohólicas y cultura. De acuerdo con la Organización Mundial del Turismo, el colectivo LGBTIQ+ mueve más del 10% del volumen de turistas a nivel mundial, desembolsando durante los viajes entre un 40% y un 50% más que el resto de los turistas, por lo que sus gastos corresponden a un 16% del total del gasto turístico del planeta. En este sentido, en los últimos años, han proliferado en las ciudades turísticas una red de tiendas especializadas para atraer este público.
Hay estudios, como los que maneja la consultora IBIS World, que sostienen que la industria de las bodas homosexuales da empleo en Estados Unidos a cerca de 800.000 personas y representa un negocio de 47.000 millones de dólares.
Dados los diferentes estilos de vida, que la mayoría de las veces suelen estar en contraste con la vida llevada por el grueso de la población heterosexual alrededor del mundo, los miembros de la comunidad LGBTIQ+ suelen ser categorizados como un nicho de mercado y consumo diferente, el cual requiere una atención especial y en el que se presentan oportunidades para un gran conjunto de sectores y compañías en el plano empresarial. Visto desde un punto de vista económico, es lógico que las empresas quieran atrapar este mercado, que había sido históricamente subvalorado, mediante estrategias de consumo especializado, puesto que los miembros de esta comunidad hoy colaboran a las economías con miles de millones de dólares cada año, la llamada opulencia gay.
La tesis de la opulencia gay sostiene que el colectivo LGTBIQ+ posee menos frenos a la hora de gastar.
Si bien en algunos países esta población suele tener brechas salariales frente a la población heterosexual, las familias compuestas por personas del mismo sexo se rigen bajo el modelo económico Dink (Double Income, No Kids), donde existe un doble de ingreso de capital y no hay niños, lo cual reorganiza los gastos de quienes conforman dichas familias, haciendo que el poder de compra y la propensión marginal al consumo sean mayores. Así que, en realidad, no es tanto que sean más ricos, sino que tienen más dinero disponible. Gastan en ellos mismos y como, en su mayoría, no tienen descendencia, lo hacen hasta que mueren.
No obstante, las brechas salariales estructurales, la discriminación laboral y la pobreza, así como el costo global de la homofobia y la transfobia parecieran desmitificar la tesis de la opulencia gay. De acuerdo con la economista Lee Badgett, doctora en Economía de la Universidad de Berkeley, profesora de la Universidad de Massachusetts y autora del libro “El caso económico para la igualdad LGBT”, existe evidencia de que en muchos países las personas LGBT+ enfrentan mayores desafíos económicos, y muchas de ellas viven en la pobreza.
En el aspecto salarial, por ejemplo, las personas homosexuales ganan menos que los hombres heterosexuales con la misma edad, educación y otras características personales. Razón por la que deben migrar a industrias menos competitivas, pero que les dan mayor flexibilidad de trabajar en dos o tres trabajos.
Si bien las mujeres lesbianas y bisexuales ganan algo más que las mujeres heterosexuales debido a que trabajan más y tienen menos hijos. Este grupo sigue enfrentando brechas de género al ganar menos que los hombres homosexuales y heterosexuales. Finalmente, de acuerdo con el Center for American Progress (CAP) y el Movement Advancement Project (MAP), 1 de cada 5 mujeres LGBTIQ+ solteras vive en la pobreza. Mientras que las parejas lesbianas latinas y afroamericanas tienen 2 y 3 veces respectivamente mayores probabilidades de caer en la pobreza (Yochim, 2020).